domingo, 16 de enero de 2011

Trilogía experimental de una despedida [I]



Primer acto: La llegada.

Bebías ginebra y fumabas.
El humo del cigarro me da asco, pero en tus labios no
era diferente a tu cabello.
Y tu cabello era santo y seña de mi pasión.
Llamé por su nombre a mis instintos
cuando tu voz quebró la escasa cordura,
ese hilo fino que enhebra mis sentidos,
llamándome 'desgraciado'. Te amo.
Y lo sabes.

Decidí que sonreir era adecuado. Entonces comprendí
porque siempre dices que me equivoco.
Y el golpe resonó en mis entrañas. Ay, cuánto te quiero.

Dicen que si repites mucho
una mentira acaba pareciendo verdad, y creo que es cierto.
Yo me repito a diario que soy tuyo
y que eres mía y que las luces del puerto
no son más que golondrinas deslucidas.
Quería colores claros en mi cueva
porque, aunque a oscuras no los viera,
sé que estarían allí, esperándome.
Y lo sabes.

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