martes, 28 de junio de 2011

Insomnio


Tres de la madrugada en mi reloj,
y yo queriendo hacer poesía
de esos fantasmas del pasillo
que se retuercen y me espían.

martes, 21 de junio de 2011

Revolución


Esposado de pies y manos, bajé la cabeza en un signo inequívoco de sumisión. Permití que, año tras año, me golpeasen con sus apestosos fajos, pues abrir los ojos y encarar a tu amo es un precio bastante alto que se paga con ignorancia, ese pozo sin fin de felicidad del todo a cien, esa absurda sensación de bienestar, de egoísmo inocuo y mercantil; inexistente.
Con los puños apretados fui recolectando todos los golpes recibidos transformándolos en rabia, en fuerza revulsiva. Y lo conseguí. Las esposas que aprisionaban mis manos se rompieron y se hicieron añicos. No me importó sacrificar todo mi almacén de estupidez y borreguismo.

Ahora, por fin, se convirtió en una lucha más igualada. Y venceré, lo sé.

domingo, 5 de junio de 2011

Desgarrador


Atravieso la frontera del sudor que nos separa y nuestros reinos ya son uno. Nuestra voz ya no se escucha, si es que aún nos queda. Solo nosotros. Solo tú. Solo yo.
Ya no seguimos el ritmo. Por fin amanece. Por desgracia. Sólo queda el cansancio, tu voz, mi música, mi nube difuminada, y la envidia del aire que nos rodea.

Mi mundo.

jueves, 2 de junio de 2011

Mar de hierro



Era una mancha en medio del cielo azul esa inseguridad que le embargaba, la que hizo temblar su pulso, cuchillo en mano. No quería hacerlo, pero lo hizo.
Cerró el puño y parpadeó continuamente. Miró a su alrededor, confuso.
Su sangre, en el suelo, tomó la forma de un inocente corazón y con su dedo dibujó dos iniciales. Las letras temblaban.
Y voló. Nunca estuvo más cerca del suelo, pero voló.
Desplegó sus alas de plástico al ver un atisbo de libertad y no dudó. Creyose libre en un océano de dudas amargas y saladas, un mar de hierro.
Como un relámpago, su nombre surcó el cielo entre admiraciones y cortó sus nuevas alas.
Pasaron unos minutos, vagando entre olas de dolor. Y muchos brazos con sus manos cogían a puñados su libertad entre gritos de esperanza. Pero él quería ser libre.
Su cuerpo viajó a gran velocidad, entre luces y ruido. Hasta que todo quedó en silencio.
Pero su mente seguía en ese mar de hierro. Se aferró a él. Quiso ahogarse en él, empaparse de libertad. Buceó por ese océano apartando las dudas más profundas, esas que no se ven pero están ahí, que habían adquirido forma de algas desaliñadas.
Y cuando ya no había dudas, ni vuelta atrás, cuando todo estaba despejado, lo entendió. Ese mar siempre estuvo dentro de él, manteniéndole con vida.

miércoles, 1 de junio de 2011

Fragmentos



[...Una tarde de otoño imposible de olvidar. Las hojas caían; el calor daba paso al frío; el cielo estaba claro, demasiado azul, y el sol aún no se escondía detrás de las montañas. Y mi vida se destruía junto a la tuya.]

[...Pasaron unos minutos hasta que tu corazón dejó de latir. Unos minutos angustiosos, eternos, en los que no paraba de repetir cuánto te amaba. Te veía con los ojos cerrados, con una extraña sonrisa, y mis lágrimas paseando por tu cara. Nunca olvidaré tus últimas palabras: ‘Todo irá bien’. Fue la primera vez que me mentiste. Y la última vez que te vi.]