viernes, 30 de mayo de 2014

Efecto Werther



Enciende un cigarro y desvía la mirada. No entiende lo que está viendo y no quiere verlo. En la sala cada objeto le mira con ojos acusadores, cada esquina voltea su espalda hacia él; está solo. Ya no sabe llorar, no sabe siquiera suplicar. Lo olvidó todo tiempo atrás, cuando las cosas aún le importaban. Tampoco sabe culpar. Se ha mirado infinidad de ocasiones en el espejo y en su rostro solo encontró confusión, miedo y desesperanza. Ha escondido en su sonrisa la cordura quebrantada que recogió tras la tormenta, pues no quiere mostrarla. De poco sirve ya.

Alza la mirada y en el cielo abierto encuentra a su confidente desde hace años, a la testigo presencial del proceso irreversible, brillando como nunca, haciendo relucir, a modo de homenaje, a todo filo punzante en la diminuta habitación.

¿Por qué ahora? ¿Por qué no ayer? ¿Por qué no mañana? ¿Qué hizo especial esta noche? Qué superficial es todo, qué estúpido y qué sencillo. ¿Eso es todo? Bien...

La marea roja ya es imparable. El entumecimiento es general. Los dedos acarician ya el oasis, ya no son de este mundo. Termina de recostarse y nota como, poco a poco, la locura va desapareciendo por completo. Es libre.