A veces gritar no es una buena llamada de socorro. A veces el
silencio no es más que una prueba palpable de los gritos del interior. A
veces las sonrisas son el disfraz efímero de la inseguridad. A veces
apartar a todo el que te rodea es una forma de no querer estar solo. A
veces mirar al desafiante abismo te mantiene con los pies en el suelo.
Pero a veces, que diría Nietzsche, el abismo te devuelve la mirada.
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