miércoles, 2 de febrero de 2011
Laberinto
Intenté reunir fuerzas para decir lo que no debía, pero no pude. Me senté ante el laberinto hecho con el material con el que dañas y decidí no moverme.
No lo sabes, y parece que no te importa. Pero ahí me quedé. Días, semanas, posiblemente meses. Y no me moví.
¿Para qué entrar en ese laberinto si acabaría volviéndome loco buscando una salida?
De nada me sirve andar descalzo por las espinas de tus rosas, que un día son suaves y otros ásperas y cortantes. Ya escarmenté, pero no importa, soy un animal de costumbres. Ya volé y ya aterricé.
Y de nuevo ante ese laberinto sigo dolido.
Me volví de hierro, y le di a los demás mi caparazón. Sus daños y dolores son mis daños y dolores, pero los míos no son suyos. De nadie. Sólo míos y vacíos. Creo que es justo.
Me preocupé tanto por lo ajeno que olvidé lo propio y me olvidé. Y me olvidaron.
Y de nuevo ante ese laberinto sigo dolido, y olvidado.
Mi cabeza sigue alta, ella no entiende de qué hablo. Quizá me dañen, pero ellos no son dañados. Soy su escudo. Son mi lanza. Es lo más justo.
Uno por todos, y nadie para uno.
Golpéame, te seguiré queriendo; triste, dolido y olvidado.
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Siempre he pensado que se sale de un laberinto cuando el laberinto quiera que se salga. Un saludo.
ResponderEliminarA veces el laberinto lo imaginamos nosotros.
ResponderEliminarUn beso.
PD: Te invito a mi pequeño rincón ;)
Es precioso... Escribes fenomenal, en serio. Te sigo!
ResponderEliminarme encanta es fantastico !
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