martes, 1 de febrero de 2011

Febrero en la retina


Cáncer pulmonar en fase terminal. Con esas palabras, un lunes por la mañana, puedes empezar a hacer un dibujo de cómo será tu semana. La misma semana que esos seres con bata blanca decían que me quedaba de vida.
Con el escepticismo y desgana característicos de ese día de la semana, me incliné hacia la mesa desde donde el Doctor Fernández me hablaba y pregunté:
-¿Está usted seguro?
No alcancé a escuchar su razonamiento ya que su cara de incredulidad, parecida a la mía, fue más clara que sus palabras.
He de reconocer que mis primeros pensamientos en ese fatídico momento fueron de rabia; tenía entradas para un concierto de Roger Waters el mes que entraba.
De vuelta a casa, mi despiste casi me hace atropellar a otro animal, no sé si de dos o cuatro patas. Sonreí.
Ya en mi hogar, mi hijo me miró analíticamente, como si ya sospechase algo. Yo, sin embargo, dirigí mi mirada hacia él como el que dirige la mirada hacia un trozo de carne uniforme, antropomorfo y aún con vida; con indiferencia.
Mi señora esposa también se encontraba en la habitación, pero a ella ni la miré.
Encendí un cigarro con tranquilidad, mientras sus miradas claramente inquietas escrutaban mi cuerpo.
-Cáncer pulmonar en fase terminal.- Les jodí la semana.
Acto seguido di una calada para que tuvieran tiempo para pensar en cómo desolarse y cómo consolarme.
La materia cárnica me abrazó entre sollozos. Yo seguía fumando.
Y seguí, hasta que una buena tarde, cinco días después, la muerte me sobrevino, escondida entre el hielo del coñac. Por fin.

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